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En septiembre de 1926, Miami Beach sufrió uno de los eventos más catastróficos de su historia: el Gran Huracán de Miami. Esta formidable tormenta de categoría 4 trajo consigo vientos superiores a 240 km/h y una marejada ciclónica que inundó gran parte de la ciudad. La devastación fue inmensa, con cientos de vidas perdidas y más de 100 millones de dólares en daños, una suma equivalente a miles de millones de dólares en la actualidad. Edificios fueron demolidos, barrios sumergidos y la otrora próspera ciudad quedó en ruinas.
El impacto del huracán de 1926 marcó un antes y un después para Miami Beach, poniendo de relieve la urgente necesidad de mejorar la infraestructura y la preparación ante desastres. Las lecciones aprendidas de esta tragedia han moldeado el enfoque de la ciudad en la gestión de emergencias y la planificación de resiliencia.
Al celebrar este septiembre el Mes de la Preparación ante Desastres, el recuerdo del Gran Huracán de Miami nos recuerda la importancia vital de estar preparados. El legado de esa tormenta subraya la necesidad de prepararse para lo inesperado, asegurando que nuestra comunidad pueda resistir y recuperarse de futuros desastres. Al reflexionar sobre esta historia, recordamos que la preparación no es solo una precaución, sino una responsabilidad para proteger a nuestra ciudad y a sus residentes.